mónica ramos


Una vez entrados en la máquina de la modernidad y sus producciones y devenires asistir a los avances de la técnica como producción de saberes sobre el cuerpo es aproximamos al saber de la tecnología interactiva por ordenador que es un medio natural para la pornografía (Martin 1997)

“Poco tiempo después miles de ojos glotones se pegaron a las mirillas del estereoscopio,

como si fuesen el tragaluz del infinito. El gusto por lo obsceno, que en

el corazón del hombre es un impulso tan vigoroso como la autoestima,

no podía dejar escapar tan gloriosa satisfacción (Baudelaire, 1859)

Tomando como punto de partida que la pornografía es una pedagogía que enseña la visualidad-táctil del deber ser del sexo, enunciando así la sexualidad normal, naturalizando lo heterosexual (hombre-mujer) y mostrando un orden psico-clínico o médico experto que distingue lo normal y lo perverso, y configurado de esta manera el dispositivo de la sexualidad. Por ende, la masturbación, así como la homosexualidad, van a ser mostradas como conductas desviadas, -en un primer momento-, que conducen a un frecuente desgaste y no a una productividad efectiva del sexo como reproducción, viendo entonces el cuerpo como fábrica, y produciendo masivamente identidades que reproduzcan el sexo y la sexualidad. Así brota entre una de ellas la ficción del binarismo heterosexual como identidad, apareciendo cuerpos disciplinados, dóciles y domesticados que nutren la producción fabril y hacen funcionar el engranaje industrial.

Una manera de intervención de la imagen-táctil, me plantea la necesidad de des- localizarme del texto como lugar de certezas y trasladarme a lo que ha logrado consolidarse como realidad ontológica del presente: la imagen-pornográfica. La imagen, en tanto problema epistemológico, permite indagar sobre su existencia, el servicio que prestan, la manera en que producen sentido, su diferencia con las otras formas simbólicas, la práctica en la que se complementan entre sí, o dicho en términos de Mitchell mapear “el complejo juego entre la visualidad, los aparatos, las instituciones, los discursos,  los cuerpos y la figuralidad”, y el ocultamiento que expresaría en últimas su propia verdad. Otra inclinación que me acompaña es cómo se da la relación imagen-cuerpo-sexualidad. Mi interés no se queda solo en el preguntar cuál es tal relación, mi curiosidad va un poco más acá, e incluye rastrear cómo la imagen produce cuerpos y cómo lograr producir imágenes otras, desde lugares otros.

El cuerpo, como pliegue-segmento vivo, posee una memoria que se convierte en el recinto de las imágenes y por medio de ellas se obtiene una reconstrucción de un momento tremendo, en el que emerge no sólo como objeto de representación en imagen, sino que es concebido como punto de quiebre entre la toma de conciencia del mundo espectral en las personas y el testimonio en imágenes que producen y proyectan conductas, en otros términos, la imagen contemporánea es el alma que produce cuerpos posmodernos. Desde el espejo de Warburg, pionero de la ciencia de la imagen; dando un giro visual elegí pasar del  gran arte, como antecesor, a identificarlo como hacedor de productos simples y aparentemente insignificantes que consolidan formas de ser, hacer y ver, convirtiéndose este ejercicio migratorio en técnica posmoderna que moldea molecularmente sujetos. Me gustaría apuntar entonces a una desregulación de la imagen, una imagen desordenada, desobediente, micropolítica, insumisa, que no solamente pueda preguntar qué sabe la imagen, sino a qué está dispuesta como opción política de deslocalización de sentido, a fracturar el significado y el significante, la arquitectura del mirar y ser visto, devenir gramática perversa que fisure el orden lingüístico de la imagen, para pronunciar la irrepresentación del mundo desde otros tipos de silencios que impidan e imposibiliten la ideología como única manera de ser y ver.

Trabajo de creación

Desde la imagen- museo realicé un montaje que plantea gramáticas móviles que apuestan por una mirada desenfocada de algunos cánones de corporeidad producida visualmente desde dispositivos de encierro y su mutación empresarial, intentando de esta manera aproximarme a canales de transformación sexual y biológica.
 
Inicio entonces este experimento como el resultado de la imagen misma. Esto me hizo pensar en la necesidad de arriesgar más la frontera desde donde es peligroso que deambule una estudiante de filosofía, y es lo crudo y lo inciertamente cierto de la imagen, es por ello que inicie este experimento no pensando en la imagen, sino en cómo movilizar y deslocalizar la imagen misma y cómo producir imágenes, repercutiendo esto en la disposición del cuerpo, del espacio y del mismo acto de ver. Pensando en esta situación, ideé un artefacto que fuese lo suficientemente deslocalizado, que produjera alteraciones en la imagen, produciendo nuevos espacios para mirar y ser mirado, generé un dispositivo deslocalizador de cómo estamos acostumbrados a ver y ser viendo, y divisar de esta manera cómo la imagen, en tanto mirada, se posa en el mismo cuerpo, produciéndolo, potenciándolo o agotándolo; de esta manera mi aparato narraría de otro modo esa historia que se piensa legítima, la historia misma de la imagen desde aquellos aparatos y discursos que han encerrado lo que observan, clasifican lo que debe ser visto y lo que debe ser ocultado, los museos como dispositivos producen la mirada produciendo a la vez aquellos objetos que merecen ser contemplados como un ejercicio sobre lo visual de quien observa y es observado. Estos generadores y dinamizadores del deber ser de la mirada han producido una historia de la verdad de la imagen que nos obliga a pensar las imágenes como elementos abiertos inacabados, no resueltos. Desde aquí Rolnik afirma que lo importante es problematizar la incidencia en la política de producción de subjetividad y de creación /pensamiento; el acercarse a la imagen y a sus productos es contemplar perversamente cómo el cuerpo es el archivo y la memoria que ha producido la modernidad en nuestra propia y habitual corporeidad.

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