marea de rimbaud(s)

Orson Ascher
  
Había salido de mi trabajo en la mítica librería de Selinunte en la calle 70 con 7 a las 5:30pm y me disponía a atravesar Bogotá de norte a sur como todos los días, bordeando el contraflujo mortal de mis pesares -buscando llegar además a los Jueves de la Filosofía de la  Biblioteca Nacional a escuchar una charla sobre Hegel y Marx- pero una marea de Rimbaud(s) me detuvo a la altura de la calle 45. Un río de antorchas iluminaba el tenue atardecer que hacia el oeste me brindaba sus mejores luces, rojas y violetas, como salidas de un sueño robado a Turner. La selva de cemento se metamorfoseaba en un lago de cronopios. La noche se dirigía a la Plaza de Bolívar donde en el Congreso se pretendía terminar-de-enterrar la educación pública colombiana. Así que me uní al Carnaval y a las comparsas estudiantiles como cuando…29-46-48-54-68-71-89-91… y no paré hasta llegar al centro.

Los cantos, las proclamas y los colores ahora eran distintos, todo marcado por una suerte de re-apropiación de la cultura popular (entre merengues, pullas y sones) y por un espíritu festivo y burlón que los mass-media llaman “vulgaridad y vandalismo”. La carrera séptima dejó de ser por una noche la eterna cicatriz que me acompaña y dio paso a la fórmula Marx-Rimbaud! Caminamos con Jane tomando fotos instantáneas que le regalamos a los mirones y un Golden Age cinematográfico fue marcando nuestros pasos en una película que aún no se ha terminado de filmar. Respirábamos a esa hora un aire chileno, del 73, del ayer y del presente: una chacarera de los Olvidados nos impregnaba, mientras muchos nos saludaban desde las ventanas de las oficinas y otros se escondían tras sus porcentajes como en la canción El muro de Berlín de Sabina. En las calles desfilaban junto a los estudiantes, pensionados y colegiales, aquellos que no pudieron ni podrán estudiar lo que está en sus deseos, si la reforma actual a la Ley 30 pasa y todo por culpa de una educación pensada por tecnócratas sin ilusiones. A esa ahora la Ministra de educación estaría en un cóctel de tenebroso Halloween en alguna Cámara de Comercio cercana, a lo mejor disfrazada de un tal Augusto austral, de donde saca sus ideas. Pero en las calles un movimiento multicolor desafiaba la realidad y mientras en las antesalas de las Rectorías, Mr Mazda y demás, brindaban con whisky con soda (otra vez, por Dios, Sabina!) por un X por ciento que le mendigaban al gobierno-de-todos-los-santos, nosotros veíamos rostros en las aceras que no habíamos visto y otros que habíamos creído olvidar.

De vuelta a casa, con una lluvia ligera, prometimos con Jane disfrazarnos de Marx y Rimbaud en la próxima marcha y sacar un afiche que dijera: “PORQUE NO DEFENDÍ AL CAPITAL SIENDO ABOGADO”, Raúl Gómez Jattin.


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